domingo, 13 de enero de 2008

Lo que quise y no pude...

Muchos dirán que fui cobarde, otros tantos dirán que pude hacer algo, otros dirán que simplemente no pude vencer el miedo, mi miedo. Esta historia, mi historia, es una de tantas que empiezan en verano, uno de esos amores que empiezan acompañados del calor del tiempo estival y que acaban de la manera más cortante y gélida que el invierno puede ofrecer.
Nuestra historia empezó cuando nos conocimos en nuestras vacaciones con los amigos, en la playa, ella iba con un grupo de amigos, chicos y chicas de cerca de 26 años, mi edad; yo, en cambio iba con mis tres amigos de toda la vida a un apartamento de los padres de uno de ellos, eran mis amigos de siempre, nunca una chica se había cruzado en nuestro camino, hasta que en aquel momento, su camino y el mio se fueron a cruzar en la orilla. La verdad es que uno nunca sabe cuando va a encontrar el amor, pero en aquel momento ambos lo encontramos; yo iba corriendo por la playa, tal y como me gustaba hacer para mantenerme en forma, cuando de pronto la vi hacer un gesto un tanto brusco en el agua, y sin dudar, corrí a interesarme por ella. Lo primero que la dije fue un timido: -¿Qué te ha pasado?, y ella me contestó: -¡Algo me ha picado en el pie! Me sentía estúpido por haber ido como un héroe tirandome al mar para salvarla la vida, cuando en realidad, más tarde nos enteramos que había sido un pez típico de playa con un aguijón...-¡Vaya ridículo!, pensé...Sin embargo, ella, después de llevarla al puesto de la cruz roja, me mostró su gran sonrisa y sus palabras de agradecimiento me parecieron de lo más sinceras; me dijo que podíamos quedar esa noche para tomar algo por allí, y yo la contesté, balbuceando, con un simple: -¡Vale!. Después de esto, me dispuse a marcharme, pero ella me volvió a hablar, me dijo: -Oye, no hemos dicho dónde quedar...ni sé el nombre de mi rescatador. A lo que yo contesté: -A las diez aquí enfrente si te parece bien, y mi nombre, mi nombre es lo de menos. Y entonces, nos fuimos, se había hecho un poco tarde y mis amigos se fueron al apartamento. Cuando les conté la historia se rieron bastante tiempo, aunque sé que lo hacían con cariño y que me deseaban lo mejor con esta chica, yo mismo también me reía de la situación, pero a la vez estaba nervioso porque yo si que la tendría que volver a ver, nunca había quedado con una chica, yo era soltero y compartía piso con mis amigotes, solterones también, y sin una mujer a su lado desde que se fueron de casa de sus madres.
El caso es que la hora llegó, nunca me había pasado, pero, en aquel momento me di cuenta de que era algo muy fuerte lo que me hacía sacar lo mejor de mi cuando la tenía a ella delante, mirandome a los ojos y hablando, los dos, fue una noche maravillosa, un flechazo mutuo, no sabría definirlo ni explicarlo, simplemente surgió. Al día siguiente tanto ellos como nosotros tuvimos que volver a nuestras casas, todos viviamos en la capital, una suerte, aunque la verdad es que no era dificil que vivieramos en la misma ciudad ya que aquí no hay muchos otros sitios donde vivir.
La verdad es que con el paso del tiempo la relación fue a mejor, las cosas en la ciudad eran diferentes, había muchas más cosas que una pareja joven podía hacer, teatros, cines, restaurantes, en fin, era como en las películas de la tele. El otoño fue pasando muy deprisa para mi, más deprisa que en toda mi vida, llegué a tener miedo de verme tanto tiempo a su lado, yo, que siempre pensaba que acabaría soltero y sin haber tenido nunca una novia, a veces me pareciá que todo era un sueño y que tarde o temprano despertaría y me tocaría volver a la realidad...
Sin casi darme cuenta llegó la navidad, y en aquel momento, en esas fiestas, cuando me vi el día de nochebuena cenando en casa de sus padres, es cuando me di cuenta de que esto era real, que ella estaba orgullosa de mi, aunque yo me viera como un soltero vitalicio al que por una vez en la vida le sonrió la suerte, resulta que era verdad, que ella me quería, que lo que empezó con una picadura de pez en la playa se había convertido en una relación de pareja formal, me ausenté un momento al baño y me vi en el espejo con mi traje y mi pajarita, -si me vieran estos... pensé yo, que nunca había usado un traje, me había convertido en el novio de las películas, el clásico chico desafortunado, de barrio, que de la noche a la mañana se convierte en un galán, con la chica más guapa de la ciudad, yo no acababa de creermelo.
Pasaron las fiestas y decidimos darnos un fin de semana para nosotros en la nieve, ya habíamos tenido suficiente familia y era tiempo para nosotros dos. Alquilamos una casita en la montaña, cerca de una estación de esquí. ¡Yo esquiando! En mi vida lo había hecho, y ahí estaba yo, con ella. Decidimos salir a esquiar un día, pero ni a ella ni a mi nos gustaba mucho la pista de esquí el fin de semana, estaba llenísima, así que decidimos salir a esquiar fuera de pista, no era una zona complicada, así que decidimos salir un poco a la aventura, yo le cogí rápidamente el tacto a los esquíes, y ella mostraba una soltura y elegancia en la nieve realmente bellas, pero cuando llevábamos aproximadamente una hora y media esquiando por la zona, sucedió, ella calló por una grieta de un par de metros de anchura y unos tres de profundidad cubierta por un poco de nieve suelta; me acerqué todo lo rápido, y a la vez cauteloso, que pude hacia la grieta, la llamé, la hablaba pero no me contestaba, tenía visiblemente rota una pierna, pero su respiración producía vaho, estaba viva, pero inconsciente, yo estaba solo ante la situación, no podía sacarla de ahí, no la alcanzaba y llevaba mucho peso encima y podía tener alguna lesión cervical, tenía que buscar ayuda. El móvil, del que tanto reniego, no tenía cobertura, salí lo más rápido que pude en busca de ayuda, empecé a andar, la nieve no me permitía ir más rápido, empecé a tener flato, me faltaba el aire, la situación me desbordaba, pasaba el tiempo y no llegaba a ninguna parte, empecé a dar vueltas en círculo, el sol se seguía poniendo, era una carrera contrarreloj, hacía cada vez más frío, empezaba a estar rendido por el cansancio y con calambres en las piernas, y en aquel momento, después de interminables horas, junto a uno de tantos árboles, me senté, y así hasta este preciso instante en el que escribo estas líneas, ahora es cuando realmente me estoy dando cuenta de lo mucho que la quería, rezo para que alguien la encuentre a ella aunque no me encuentren a mi, pienso en todo lo que me gustaría decirla ahora mismo, pero ya es demasiado tarde, lo más que puedo hacer es reflejarlo en este cuaderno y tener la esperanza de que algún día lo lea. Su rescatador esta vez no pudo cumplir con su cometido. ¿Mi nombre? Ya no importa, lo dejo tallado en el árbol que me ha permitido estar incorporado para escribir todo esto, junto con la fecha del día de hoy.

Siempre te querré, 10 de enero de 1999.