domingo, 29 de marzo de 2009

Carta anónima, errores

Nunca dejaste de sorprenderme. Desde pequeño siempre fuiste una alegría en mi vida, desde que tu madre se fue con su nueva pareja a vivir fuera yo cuidé de ti. Aun recuerdo como si fuera ayer los domingos bajando al parque a jugar al fútbol, decías que algún día llegarías a jugar en un grande... que ganarías mucho dinero y no tendría que trabajar más, pero de aquello... de aquello hace mucho ya, y me gustaría poder volver atrás en el tiempo y que las cosas no hubieran ido como fueron. Todavía recuerdo aquel día que subiste a casa y ni siquiera viniste a darme un beso... llegaste y te metiste directamente en tu habitación. Tengo grabado aun el olor de los macarrones con chorizo que te preparé aquel día para celebrar que te habían cogido para jugar en el equipo que querías... no era el Real Madrid, pero estaba muy bien, estabas muy ilusionado cuando hiciste las pruebas en su día, y por fin se cumplió tu sueño, pero aquel día no quisiste celebrarlo.

Al poco tiempo empecé a ver tu cambio de carácter, ¿cuanto pasó? ¿Dos semanas? Si, eso creo, entré un día en tu habitación y ahí estaba... un paquete de tabaco. ¿Hice algo mal? Siempre te decía que fumar era malo y que el abuelo se murió de tanto fumar, que se le llenaron los pulmones de ceniza, y me decías con voz muy firme que tú nunca fumarías, y aquel maldito día es cuando me di cuenta de que ya no eras tan niño; algo había cambiado en tu carácter, ya no querías estar conmigo, te encerrabas en tu habitación y... empezaste a juntarte con aquellos chicos que se reunían todas las tardes en el parque.

Poco tardaste en venirme un día con un piercing... decidí hablar con tu madre, pero me dijo que ya eras mayorcito y que cómo no era capaz de controlarte, añadiéndo lo que siempre me decía: "Eres un vago y un fracasado que nunca conseguirá nada"... en ese momento la colgué, no tenía cuerpo para oír la misma canción de siempre y fingir tener algún aprecio por tu madre.

Poco a poco empecé a perder las riendas de tu vida y veía que eras como un potrillo desbocado, salvaje, incontrolable y que hacía lo que le daba la gana, dejaste de venir a comer a casa, empezaste a volver tarde por las noches, a beber. Fue especialmente duro el día que tuve que ir a buscarte con un coma etílico al hospital... ¿Qué estabas haciendo? ¿En qué pensabas? No te imaginas la sensación que tenía... vergüenza, decepción, tristeza... pensar que fui un mal padre... eso es algo que a día de hoy no acabo de superar.

Decidí ese mismo día que estuviste ingresado ir a hablar con tus nuevos amigos mientras estabas en el hospital, les dije qué cómo pudieron permitir que bebieras tanto, que si realmente eran tus amigos tenían que haberse preocupado de ti, que qué clase de diversión y ocio tenían... fue entonces cuando recibí un revés aun mayor que el de tu coma etílico, cuando las palabras de tus necios amigos decían que también tomabas drogas. "Menuda moña llevaba tu hijo el otro día", "se puso hasta las cejas", "cómo lo parte"... y finalmente dijeron que ellos no te obligaban a nada, que tomabas esas mierdas porque querías. Aquellas palabras no hicieron más que ahondar en mi sensación de ser un mal padre.

Las siguientes semanas fueron muy duras, yo intenté hablar contigo, intenté alejarte de aquella gente y de las drogas, pero tú estabas demasiado irascible, no querías escucharme, me gritabas, y aquel día de noviembre, me cogiste dinero y me pegaste cuando me puse delante de la puerta para evitar que fueras a por un destino que ningún padre querría para sus hijos. Nunca me supo peor la sangre, y tus golpes dolían más que los de cualquier otro. Me pasé esa tarde entera llorando y pensando qué hacer contigo. Salí a buscarte y te vi a lo lejos en el parque, bebiendo, con la música del coche a todo volumen y riéndote a carcajadas mientras fumabas.

Entonces fue cuando tuve la maldita idea, aun sigo enfadado conmigo mismo por lo que hice. Decidí llamar a la policía para que os arrestaran y pasases una noche en el calabozo como castigo. Al rato se empezaron a oír las sirenas y llegó la policía, una patrulla que se os acercó y os pidió la documentación... recuerdo perfectamente cómo les tomabais el pelo y les hacíais gestos obscenos, hasta que uno de ellos sacó la porra y vosotros os liasteis a puñetazos y patadas con ellos, mientras tanto sonaban sirenas de más patrullas que iban a la zona como ayuda. Pero cogisteis los coches que teníais y acelerasteis a toda velocidad por el parque, tomando una calle en dirección norte, huyendo de la policía, a toda velocidad, hacia el destino. Cuando vi que os acercabais al cruce a la vez que uno de los coches patrulla mi corazón se congeló... tengo perfectamente grabado ese momento, los gritos de la gente, los demás coches frenando y pitando, más sirenas, e inlcuso creo que cada faro que se rompió, cada abolladura, cada cristal roto, las posteriores sirenas de ambulancias y, sobretodo, mi cara... Permanecí inmóvil durante al menos un minuto entero... pasado ese tiempo me acerqué despacio, titubeante al lugar del accidente, me temblaban las piernas, sabía que me acercaba a conocer algo que no quería conocer... y desgraciadamente, así fue. Fue realmente desolador ver que no podía sacarte del coche de lo destrozado que quedó... Fue aquí cuando me di cuenta de que estabas vivo, me acerqué corriendo a ti a hablar contigo, gritaba: "¡Un médico, un médico!" Pero lo que encontré no era demasiado esperanzador... perdías mucha sangre y tenías varias piezas metálicas atravesadas... Tampoco olvidaré ese momento en que alzaste la cabeza, me miraste a los ojos y me dijiste entre dientes: "Papá... perdóname" Justo entonces llegaron a nuestra posición los paramédicos... me retiraron de tu lado y acordonaron la zona... nunca había vivido unos minutos tan largos... finalmente, te pusieron una de esas mantas brillantes por encima y comprendí que definitivamente te había perdido.

D.e.p.

"Puede cerrar el ataúd" le dije al de la funeraria tras dejarte ésta carta contigo para que la leas de camino al cielo, pues, al final, te arrepentiste de tus errores hijo mío.